Íñigo Navarro

Para explicar mis intereses, es útil contar una pequeña anécdota sobre mi tío. Mi tío, sin poder controlarlo, experimenta episodios místicos o paranormales. En concreto, tiene episodios de lo que técnicamente se llama "proyección astral".

A menudo cuenta en las reuniones familiares cómo, una vez que su espíritu se escapó, fue a comprar salchichas sin darse cuenta de que sólo su alma estaba transmigrando temporalmente, es decir, sin un cuerpo que llevara la salchicha de regreso. Intento hacer de la anécdota algo universal, elevando lo anecdótico a lo excepcional. Al fin y al cabo, lo excepcional, por la rareza de su condición, debería considerarse pura anécdota.

El mundo es vasto y abrumador. Y el mundo del arte también. No puedo mirar a mi alrededor sin impresionarme ante una visión de exótica barbarie, propia del sur de Europa, casi de África. Todavía celebramos mortalmente los encierros de Pamplona, izamos las enxanetas a lo alto de una torre humana sin miedo a caer al abismo, los ateos desfilan en la Macarena entre lágrimas, caminamos descalzos sobre brasas encendidas o los padres compran petardos a sus hijos para celebrar masclets, entre otras muchas peculiaridades.

Es cierto que hemos cambiado y ahora somos muchas otras cosas, pero esas muchas otras cosas, que en general son idénticas a las del resto de la humanidad, no reclaman mi interés. Esta anécdota es sólo el principio. Mi imaginación echa a volar y empiezan a suceder cosas. Todo el mundo sabe que es mejor morir en una magnífica finca de Sant Cugat del Vallés que en un suburbio de París. Habitar las ideas de creación ajena es uno de los puntos más controvertidos de nuestra contemporaneidad.

Si os encontráis con el hombre del saco cortando el césped un domingo por la mañana, preguntadle qué opina de Marcel Duchamp y del partido del domingo. Por último, dejadme que os explique una última cosa. La elección y el refinamiento de las técnicas que empleo me han llevado años de estudio. Camino por las mismas calles que antaño recorrieron Velázquez, Goya, Sorolla, Casas o Picasso. Considero que ese legado pictórico es tan importante como la propia narración, y mi elección de pintar no depende sólo de mi amor por la pintura, sino también de mi concepción general del arte.Descargar Curriculum

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